Recuerdo aun la primera vez que la
consola Super Nintendo llego a mi casa. Era el año 1995, mi abuelo y yo
habíamos ido a la, ahora extinta, Feria del Hogar, precisamente en esa feria
había un pabellón dedicado íntegramente a aparatos electrónicos; nosotros, como
años anteriores, habíamos ido solamente a curiosear, subir a uno que otro juego
mecánico y, quizás, comprar una manzana acaramelada o algodón dulce. Yo no
sabía lo que iba a pasar ese día, el regalo que me iban a hacer y como mi vida
no sería la misma desde aquel día.
Entramos al pabellón y habían
muchísimas cosas increíbles, los nuevos televisores, equipos de sonido que
tocaban la respectiva canción de moda entre otras cosas, pero nada me llamo más
la atención que el stand donde, además de vender televisores y radios, también
vendían el Super Nintendo. Como cualquier niño de 8 años, me acerque y me quede
pegado al televisor de 29 pulgadas (gigante para mi) viendo como 2 personajes,
uno con vestimenta roja y otro con vestimenta blanca peleaban entre sí, ya
sabrán que hablo del Street Fighter II. Obviamente esta no era la primera vez
que veía el Super Nintendo, ya lo había visto y jugado en una tienda donde
alquilaban videos cerca de mi casa y tenían 6 de estas máquinas para
alquilarlas al público a 50 céntimos la media hora y un sol la hora, por lo
tanto no era ajeno a mí, pero nunca lo había visto en una tienda ni fuera del
local donde lo alquilaban, además que este estaba nuevecito (no como los de la
tienda de alquiler de películas, sucios) y además a la venta.
Lo primero que hice fue llamar la
atención de mi abuelo, ya que él estaba viendo los equipos de sonido muy
concentrado. Comencé a hacer ruidos extraños y fuertes hasta que volteo y le
grite: ¡mira! Mi abuelo no le presto mucha atención a mi elevado entusiasmo en
ese momento pero, gracias al destino, se acercó un vendedor y con su labia de
comerciante experimentado y sus miles de movimientos de brazos convenció a mi
abuelo que el precio era bueno, que el aparato era una buena compra y que debía
llevarlo ya, porque solo quedaban pocos. Raramente mi abuelo se dejó convencer,
creo yo, gracias a las peripecias del vendedor, pero también a la cara de
emoción que tenía yo cogiendo la pantalla del televisor donde se proyectaba el
juego.
Al final mi abuelo me compro el
Super Nintendo, nos dijeron que teníamos que esperar unas 2 semanas para ir a
recogerlo a la misma empresa porque ellos en la feria no tenían los artefactos,
cerramos el trato y yo salí feliz, muy feliz para ser exacto, por fin tendría
mi propio Super Nintendo solo para mí, estaba muy emocionado, tanto que no me
había percatado que solo estábamos adquiriendo la consola, mas no los juegos,
ni uno solo, problema que luego se resolvería.
A las 2 semanas fuimos a la empresa
que nos indicaron. En el segundo piso de
esta, tenían una especie de pequeña tienda donde exhibían sus productos más
novedosos, en la cual, obviamente, también había un Super Nintendo, pero no
cualquier caja normal de Super Nintendo, era un bundle, el primer bundle que vi
en mi vida, era la consola más el juego Donkey Kong Country (juego del que yo
jamás había oído hablar) y en la caja señalaban el nombre de tan novedoso
paquete: Super Nes Donkey Kong Set.
Rápidamente me acerque a mi
abuelo y le hice notar tamaña novedad; mientras observábamos el juego, que
estaba en modo de prueba y veíamos como el gorila y el monito saltaban de árbol
en árbol en una jungla en 3D (cosa que tampoco había visto antes), uno de los
trabajadores se acercó a nosotros. Lo primero que nos dijo fue que lo que
estábamos viendo era un nuevísimo lote de Super Nintendos que les había
llegado, que era lo último y que por tan solo un pequeño incremento de dinero
no podríamos llevar ese novedoso producto a casa. El juego se veía muy
entretenido, tanto que hasta a mi abuelo le parecieron simpáticos esos 2
primates, por lo tanto decidimos llevarlo y así se solucionaba el problema de
no tener ningún juego.
Luego el trabajador quiso
venderle a mi abuelo un televisor de 29 pulgadas con un sistema llamado picture
in picture que, según las palabras del vendedor, sería lo que haría que se
eliminen todos los problemas de la vida de mi abuelo. El sistema consistía en
que dentro de la imagen normal de la televisión aparecía una pantalla mucho más
chica donde podías ver otro canal o, como bien indicaba el vendedor, castigar,
en este caso a mí, si es que me portaba mal y ponerme a jugar en esa pequeña
pantalla mientras mi abuelo podría disfrutar del programa de su elección. A mí
me entusiasmo bastante, no este sistema, sino la televisión de 29 pulgadas, no
teníamos una así en casa y se veía espectacular. Mi abuelo se percatado de eso
y me dijo que otro día seguiríamos viendo más cosas, que ya era hora de irnos,
sabia decisión.
Recuerdo salir de empresa y
rápidamente tomar un taxi hacia casa; en el camino yo quería abrir la caja pero
mi abuelo me decía que no, que esperara a llegar a casa porque seguramente
habría alguna pieza chiquita y la podía extraviar o romper, que lo mejor era
llegar y ya en la casa con más tranquilidad abrirlo y así lo hice.
Llegamos y ni bien pisamos la
sala, me abalance sobre la caja destruyendo los adhesivos de protección y
abriendo la caja con una velocidad increíble. Venía en un armazón de tecnopor y
era hermoso; sus colores plomo, lila y morado eran la perfecta combinación para
tan lindo producto, quede enamorado.
Me acuerdo que lo primero que mi
abuela dijo fue que no lo conectáramos en el televisor de la sala porque lo
íbamos a “malograr”, así que tuvimos que instalarlo en el cuarto de mi mamá que
si tenía televisor, porque el mío no tenía. Mi abuelo y yo lo logramos conectar
rápidamente el aparato y listo, ya solo quedaba prenderlo y probar tan
maravillosa compra. Antes de prenderlo y comenzar una de las primeras grandes
aventuras que tuve a lo largo de mi niñez (y hasta hoy en día) gracias a este y
otros maravillosos títulos que adquirí con el pasar del tiempo, le agradecí a
mi abuelo por este increíble regalo que me había hecho sin saber, en ese momento,
la magnitud y el pedazo de regalo que me acaban de hacer, el cual cambiaría mi
vida para siempre.
Lo que pasó luego con ese juego y
con todos los demás juegos que he disfrutado desde ese día hasta el día de hoy
son otra historia, materia para alguna otra oportunidad.
